CÁRCEL DE MUJERES ( María Carolina Geel)
Adoro las novelas de tintes autobiográficas porque, a pesar de que en muchas ocasiones se roza la atrocidad, la realidad supera la ficción y mi curiosidad puede más que todo ello. Hoy Hablamos de Cárcel de mujeres. ¡Al lío!
Fallecida en 1996, María Carolina Geel es el pseudónimo de Georgina Silva Jiménez. La santiaguina, crítica literaria y periodística, era también escritora, ya tenía publicada tres novelas. Divorciada por segunda y madre de un hijo, en 1955 disparó cuatro veces a su amante, Roberto Pumarino, de 32 años, quien falleció en el acto. El asesinato se conoce como el crimen de Crillón, hotel en el que sucedieron los hechos. Ante la mirada atónica del resto de comensales del salón, se acercó lentamente al cadáver para darle un último beso de despedida. A continuación se llevó el arma a la sien pero se quedó sin movimiento, esperó a que llegara la policía y no quiso ni defenderse ante el juez, quien determinó tres años de cárcel. No finalizó el periodo de condena porque intercedió por ella Gabriela Mistral, conocida suya del mundillo sociocultural. Estando ya libre, nunca pudo explicar el motivo del asesinato. Se siguen desconociendo las causas, a priori todo apuntaba a un asesinato pasional por traición pero no se confirmó nada.
" Estábamos frente a frente, y yo, que nunca supe vivir, quedé sujeta a la vida; y él, que tan cabal se daba a ella, que nada sabía de ese otro modo de morir que tienen algunos, cayó. Cruzó las manos y me digo que fui yo quien volvió hacia él la muerte; yo, que levanté un alma mortal y, en vez de aniquilarme, ¡lo hice morir! "
En el 56 vio la luz Cárcel de mujeres, donde comienza relatando los actos de otras reclusas, o cómo desde su ventana contemplaba a las demás pero ella nunca fue vista. Probablemente su situación social o sus amigos intelectuales hicieron que tuviera en la cárcel (el Pensionado, como ella señala) una posición preferente. Se habla de lesbianismo, de embarazos por parte de los funcionarios públicos y se reivindica la precariedad de la clase social más baja. La mayor parte de mujeres estaba recluida por delitos menores, por asesinato había muy pocos casos, incluido el suyo. Como digo, ella vivía enclaustrada, reflexionando sobre los misterios de la vida y de la muerte, pero desde una posición acomodada. En la última parte del libro empieza a compartir con el lector sus dudas e inquietudes, y a hablar de su propio delito, pero cada vez que parece que se va a vaciar, frena y se desvía del tema. Resulta un poco delirante, parco en la expresión de emociones, quién sabe, quizá sea cierto que no supo por qué ejecutó a su amante y que todo fue fruto de una decisión impetuosa.
" Parece que desde hace mucho rato lucho pesadamente por no despertar a causa de que alguien canta. El insomnio ha desplazado un sueño de plomo hacia la mañana, pero por último la dolorosa transición cede y el canto de la Chamaca crece hasta mi conciencia. Ese canto se compone, sin variar, de una especie de glisado ascendente y otro descendente, hasta algunos tonos más abajo de la nota inicial, y su asunto trata de un compadre de quien alguien se enamora".
A pesar de que no es su última obra —le siguen dos más— siguió su camino como crítica literaria y nunca más se supo de ella hasta su muerte. Imagino que tendría bastante con hacer ejercicio de introspección. Me ha gustado descubrir esta historia.
"Lo espiritual..., ¿ qué es en el hombre?, ¿cuál la verdad de su existencia cuando después la cabeza debe inclinarse frente a la verdad arrolladora de una mujer de quien, allá en el Patio de las Guaguas, se ha adueñado la cólera más feroz, cólera cuya crecida llega hasta el límite último del furor? Sucede, pues, que ella, viéndose impedida de abalanzarse como ciega fiera sobre otra para arañarle en el rostro y desgarrarla en su cuerpo, revuelve su ira contra sí y, empuñadas las manos, golpea brutalmente su vientre grávido en tanto grita al hijo, dormido dentro de ellas, entre ofensas obscenas: «¡Guachooo!»... Entonces, pues, uno inclina la cabeza y empiezan a agitarse las pulsaciones adentro de las venas y la angustia de la vida que corre porque sí hacia la nada se adentra en el propio yo abandonado y solo, en el que en su tristeza tocó fondo, es decir, el que llega a conocer la más mortal de las sensaciones de dolor: el tedio en el alma".