DE PRONTO OIGO LA VOZ DEL AGUA (HIROMI KAWAKAMI)
Miyaho y Riu son hermanos y se reencuentran en la vivienda familiar, años después de que falleciera su madre. La vivienda quedó destrozada tras el terremoto de Japón, pero la autora no nos relata únicamente los destrozos materiales sino los residuos emocionales que quedaron en cada azulejo, pared, esquina, ya sabemos que el deterioro sentimental es el más complicado de reconstruir.
"Si uno oye una voz en la distancia, aunque sea una sola vez, vuelve a oírla y ya nunca podrá ignorarla".
Comenzamos a descubrir secretos familiares que navegan entre lo obvio y lo sorprendente, y sí, sé que suena contradictorio aunque en realidad no lo es. Esta obra es muy particular, ya que simula ser un texto lineal, simplón y casi me atrevería a decir aburrido, parece dejar entrever algo que hace dudar al lector y que se confirma en la parte final de la novela, pegando un giro significativo y con mucho peso para la trama. Ese juego al despiste con uno de los temas universales que, obviamente, no voy a desvelar porque es el núcleo de la novela, me ha parecido brillante. La autora es muy fiel a su estilo, jugando más con los silencios que con las palabras.
"Empiezo a soñar y al principio sé que no se trata de la realidad, pero en determinado momento todo comienza a mezclarse. Me ocurre siempre que sueño con mamá. ¡Miyako!, oigo cómo me llama. En su voz sonaba una amalgama de tonos graves y agudos, pero en mis sueños resulta más monótona. Estoy segura de ello, a pesar del tiempo transcurrido. Primero veo sus manos, y poco a poco se dibuja su silueta. Escucho apenas su voz y de entre una bruma lechosa surgen despacio sus brazos, su cuello, su pelo. Siempre se me presenta de espaldas. Me he desacostumbrado a su pelo largo y me cuesta reconocerla. Levanta los brazos con elegancia y se recoge en un moño la melena que le cae por la espalda. Su cuello se inclina levemente. Unos cuantos mechones quedan sueltos al viento en la nuca. Miro a mi alrededor para comprobar si de verdad sopla el aire, pero no consigo salir de esa bruma blanca y vaporosa. Se da media vuelta. Un rayo de sol la ilumina, pero el contraluz me impide distinguir su rostro. Qué lástima, ahora que está frente a mí. «¡Mamá!» La llamo, pese a no estar segura de si ese rostro oculto tras una sombra es realmente el suyo."
De pronto oigo la voz del agua es mi tercer Kawakami y es el que realmente más me ha arañado el alma y, además, me ha hecho estar tentada de abandonarlo porque no le veía nada especial y al mismo tiempo me ha dejado boquiabierta, y esto, señores, es la magia de la literatura, conseguir que distintas sensaciones confluyan en torno a un puñado de páginas. Pasen y lean.
" No entristece tanto la muerte de un ser querido como su desaparición, la imposibilidad física de volver a verlo, de hablar con él".