Daniel desapareció tres meses, dos días, ocho horas después de su cumpleaños. Tenía tres años. Era mi hijo. La última vez que lo vi estaba entre el subibaja y la resbaladilla del parque al que lo llevaba por las tardes. No recuerdo más. O sí; estaba triste porque Vladimir me avisaba que se iba porque no quería abaratar todo. Abaratar todo, como cuando algo que vale mucho se vende por dos pesos. Ésa era yo cuando perdí a mi hijo, la que de vez en cuando, entre un conjunto de semanas y otro, se despedía de un amante esquivo que le ofrecía gangas sexuales como si fueran regalos porque él necesitaba aligerar su marcha. La compradora estafada. La estafa de madre. La que no vio.
Por norma general, partimos de la perspectiva de la maternidad siempre desde la felicidad, pero no para todas las madres sucede así. En ocasiones, también la maternidad real es la que proviene de la tristeza, de las sombras, de la más asboluta oscuridad. Esto es lo que vive nuestra primera protagonista, mamá de Daniel, un niño autista que desaparece en el parque donde estaba jugando. La apatía y la culpabilidad se instala en esta madre desangelada que converge con la ausencia de su hijo, con el vacío absoluto, con el desgarro provocado por la incertidumbre de no saber dónde se halla ese ser que es su vida, que además no habla ni sabe ir al cuarto de baño sólo. Se martiriza con cuestiones que no puede resolver, por qué no estuvo pendiente de él en todo momento, qué sucedió, dónde estará.... Se aísla en su hogar y vuelca su frustración en Fran, el padre de Daniel; en Nagore, su hija, especialmente desde el odio más profundo y monstruoso que crece en su interior; y en Vladimir, un hombre que la lleva de cabeza. El cocktail de todo ello sumado a la más franca desesperación convierte a esta mujer en una bomba de relojería. La ira y la melancolía se dan de la mano constantemente.
Todos, todos incluidos, parloteaban y se oían a sí mismos mientras nosotras mirábamos confundidas e impávidas, porque eso era lo que había que hacer: ser las casas vacías para albergar la vida o la muerte, pero al fin y al cabo, vacías.
Navarro perfila con pluma certera a cada uno de los personajes, los expone en esta novela intimista cargada de tintes distópicos en que el lector sufre y cuestiona las decisiones y acciones de ambas madres. Ambas historias, que se suceden en México y España, y sus protagonistas me han satisfecho totalmente, aunque una me ha convencido menos que otra. Quizá sea que a nivel narrativo ha habido una parte que me ha saturado, aunque el balance general es positivo. Me ha faltado más de Nagore, o me hubiese encantado descubrir más de este personaje que permanece en segundo plano y tiene tantísimo que aportar.
En resumen, y exceptuando estas puntualizaciones, el relato es fiel tanto a su crudeza como al amor incondicional que se instala en una mujer desde el mismo momento en que se convierte en madre.
¿Qué es un hogar y de qué se conforma? ¿En dónde empezamos a ser padres e hijos? (...) ¿En dónde empieza el hogar y qué lo conforma?
Hola! No conocía el libro y aunque parece entretenido no termina de llamarme del todo y tengo demasiados pendientes así que lo dejo pasar. Gracias por tu reseña.
ResponderEliminarUn saludo!
Hola. Esta novela pinta que es una puñalada en toda regla. Tendrá algo de luz, imagino pero en general creo que todos sufren demasiado y con razones de mucho peso. Es un tipo de historia que ahora me resulta demasiado dura y que solo se salvaría si tuviera un final feliz pero no pinta que sea de esas. Por el momento, no me la llevo.
ResponderEliminarBesos
¡Holaaaa!
ResponderEliminarUy pues me ha intrigado muchísimo, me llama el tema -aunque me parece super duro- y ambas hitorias tienen buena pinta, además me gusta eso de que una esté ambientada en México y otra en España. Una pena que una te haya gustado bastante menos que la otra, pero bueno.
¡besos!
Un tema duro, sin duda. No me importaría leerla si se cruza en mi camino.
ResponderEliminarBesotes!!!
Hola Esther!
ResponderEliminarPinta muy bien, aunque ahora no es una lectura que "me venga bien", pero no la descarto para más adelante ������
¡Hola! Me alegra que haya sido una historia de la que has disfrutado. Personalmente no es una lectura que me llame especialmente la atención, por lo que en esta ocasión prefiero dejarla pasar. ¡Nos leemos!
ResponderEliminarParece que está bie este libro. Lo tendré en cuenta.
ResponderEliminarBesos enormes.
No se si tengo el ánimo adecuado para este libro... Me dejas con dudas, porque por una parte me convences pero por otra creo que no es su momento. Lo dejo en el radar, quién sabe, quizá más adelante
ResponderEliminarBesos
Guapetonaaaa, que no encontraba dónde dejarte el comentario. Me gusta lo que cuentas de esta historia a pesar de su parte de oscuridad y crudeza. Tomo nota.
ResponderEliminarBesos
Ay, esta me parece dura. Mi relación con la maternidad no es precisamente estrecha y aunque puedo entender muchas de las emociones que invaden a las madres, estén en la situación que estén, seguramente estoy a años luz de todo lo que eso supone. No creo que sea lectura para mí. Al menos, no ahora. Me alegra leerte. Besos
ResponderEliminarPues empecé a leerlo hace ya tiempo y la primera historia me impactó tanto que lo dejé. A ver si alguna vez me siento con fuerzas para seguir.
ResponderEliminarUn beso.