Aún siento el mismo vuelco que sufría mi estómago con cada viaje al pueblo de mi madre. Imagino que serían los nervios que se concentraban en esa zona de mi cuerpo por el conocimiento de que vería a mis amigos de allí, a mi abuela, a mi tío, que podría corretear en libertad sin los peligros que acechaban en la capital.
Mi padre conducía el coche, mi madre de copiloto y yo detrás, casi siempre sola, porque mis hermanas ya eran mayores y por aquel entonces tenían otros planes más interesantes que ir al pueblo donde por no haber, no había ni un solo comercio. Para mí, al contrario, era uno de los puntos fuertes de aquel lugar, pequeñito, casi recóndito, y donde todas las personas que se cruzaban contigo por la calle te demostraban su cariño, te sonreían y te preguntaban por tu familia y por ti. Y es que tengo la gran suerte de tener una familia maravillosa, estamos muy unidos.
La calle principal es donde estaba ubicada la casa de mi abuela, la calle Mayor, con el suelo empedrado por lo que el recorrido en coche era divertidísimo con tanto vaivén. Cuando estaba mi padre aparcando bajaba nuestra perra como alma que lleva al diablo, Epi, una pastor alemán grande y con mucho pelaje. Supongo que sería su manera de mostrarnos su alegría porque ya habíamos llegado.
La casa estaba en la esquina de dos calles, una como indicaba, la principal, y la de detrás, la calle que subía a la iglesia; por lo que la casa tenía dos entradas, una que daba a la cuadra, y la de arriba, al granero. Al estar cercana a la cuesta de la iglesia daba la sensación de que estuviese la casa torcida hacia un lado. Tenía la pintura de la fachada de color blanco, un tanto desvencijada, y a cada ventana y balcón le rodeaba una pintura de color azul cerúleo. Reconozco que tengo que cerrar los ojos y apretar los párpados con mucha fuerza para intentar rememorar en mi retina todos los detalles y que no se me escape ninguno, ya que hace muchísimos años que no voy por allí.
La puerta principal era de madera, de esas que se abrían en dos partes y que tenía unos cerrojos super fuertes. Me encantaba que la parte superior estuviese abierta y desde fuera, acercar la mano hacia el cerrojo y abrirlo; me hacía sentir super mayor y super importante. También teníamos unas cortinas de goma en forma de espiral de color verde prado, que al abrirla por el centro pesaba tanto que si no entrabas rápido, te pegaba un latigazo que picaba durante un buen rato.
Al entrar, a mano izquierda había una mesa redonda con un mantel horroroso, que no consigo recordar de manera muy nítida, pero donde guardábamos juegos y libros, entre ellos, y esto sí lo visualizo perfectamente, uno de "Esther", que me hacía mucha gracia, porque era el título de mi nombre y desde mi mundo de fantasía, yo era la protagonista de ese tomo. Al fondo también había un sofá donde solía sentarme a pasar las horas de mayor aburrimiento y la cuadra, a la que solo entraba mi tío o mi padre, porque las mujeres de la casa éramos muy asustadizas, y yo me imaginaba fantasmas y monstruos dentro, esperándome.
Tras subir dos escaleritas había una puerta que costaba Dios y ayuda abrir, y entonces un pasillo de varias escaleras bastante empinadas que aterrizaban en un descansillo. A mano izquierda, la cocina, la despensa y el baño; a mano derecha, la habitación de mi abuela. Y entre medias, aquel cuadro.
Ese cuadro era un retrato de mi madre, a día de hoy no podría distinguir si era a lápiz o a carboncillo, y diría que el marco era metálico, pero puede que esté equivocada. Lo pintó un amigo de mi padre y se lo regaló. En él aparecía mi madre, con el rictus serio, porque siempre le ha puesto nerviosa sentirse observada, pero con la prestancia y la elegancia natural de la que disponía y a día de hoy, sigue teniendo. Estaba imponente. Lucía preciosa en ese retrato, era imposible verlo y no darse cuenta de que era mi madre. Porque ella era así, una modista con un gusto exquisito, con un porte de modelo, caminando erguida y con un leve contoneo de caderas, inimitable, con sus piernas delgadas y bien torneadas, sus zapatos de tacón medio y siempre vistiendo a la moda, sencilla y majestuosa al mismo tiempo; con su cabello siempre recién peinado en la peluquería, las uñas de color rojo con diseño de media luna, un maquillaje mínimo pero acertado y los labios siempre de color, y lo más característico, su piel blanquita y sus pecas, signo de identidad de esa belleza que nace desde dentro e irradia a los demás.
Podías subir las escaleras y bajarlas diez veces en el mismo día y no podías evitar detenerte frente a su retrato y embelesarte a contemplarlo.
Ahora que me ha venido a la mente me pregunto qué fue de aquel cuadro, dónde estará, si dentro de alguna caja en el granero cogiendo polvo y humedad, o espero que no, en la basura. Me encantaría tenerlo en el salón de mi casa para que cuando me falte, ojalá sea dentro de muchos años, pueda seguir recordando lo bella que fue y es, mi madre, mi amiga, mi confidente, mi musa.
Qué suerte sentir así por una madre.
ResponderEliminarBesos
Precioso escrito, de verdad. Espero que puedas encontrar el cuadro para tenerlo contigo.
ResponderEliminarUn beso
Qué bonito. Los cuadros, las fotos, son capturas de momentos y de personas que nos ayudan a retener en nuestra retina parte de la felicidad que vivimos en un tiempo determinado.
ResponderEliminarUn beso.
Qué bonito. Ojalá no esté en la basura y lo puedas tener tu en tu salón.
ResponderEliminarEsther me encantaba de pequeña!
Un beso!
Ooohhh, me encanta! Me has transportado al pueblo, y no de tu familia sino de la mía. Es también un pueblo pequeño y también disfrutaba una barbaridad cuando iba allí los veranos. Ahora sí hay supermercado, pero en aquel entonces ná de ná.
ResponderEliminarMe gusta como hablas de tu madre, y del cuadro. Ojalá nos duren muchos nuestras madres y podamos seguir disfrutando de ellas, de sus abrazos, de las conversaciones y de esos besos sanadores.
Besos.
Ooohhh me ha encantado, precioso y evocador, besotes
ResponderEliminar¿No tienes forma de recuperarlo? A lo mejor puedes averiguar quién lo tiene... Un besote!!!
ResponderEliminarHola preciosa!
ResponderEliminarMe ha encantado y emocionado, yo también pasaba los veranos en en pueblo de mi madre, un pueblo perdido de Córdoba pero en el que yo lo pasaba genial, Que tiempos aquellos! Disfruta de tu madre, y si puedes busca el cuadro, pues cuando va pasando el tiempo más importancia le das a esas cosas y sobre todo el día que te falte, que espero que te dure muchooos añosss!
−Fantasy Violet−
Besotes! ♥
Hola!! Una entrada preciosa y muy bien escrita!! Gracias por compartir tu historia con todas!! Besos!!
ResponderEliminarQué entrada más bonita y emotiva! Y ojalá puedas encontrar ese cuadro!
ResponderEliminarBesotes!!!
¡Hola!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el escrito, hace rato que abandone la escritura y cuando me encuentro escritos así me digo "¿por qué la dejé?". Los recuerdos son buena fuente de inspiración.
Saludos Infinitos.
¡¡Hola!!
ResponderEliminarEncuentro este relato como escrito con nostalgia, con cariño y gran un torrente de sentimientos. Me parece que haces una descripción precisa de la casa de tu abuela, y aunque no es exactamente igual, me he trasladado a la de mi abuela básicamente porque me puesto a pensar lo que yo he sentido cuando pienso que por aquellas paredes corrió mi madre de pequeña... Precioso.
Un abrazo,
Raxx
Muy hermoso.
ResponderEliminarTu historia me ha conmovido que orgullo tener una madre así toda una bendición he recorrido las escaleras y sus calles contigo y he imaginado ese retrato de una mujer elegante y cálida , hermoso relato amiga un beso desde mi brillo del mar
ResponderEliminarMe encantó!!!!
ResponderEliminarEs realmente precioso este relato..
ResponderEliminarBesos.
Qué bonitas palabras sobre tu madre! Y cómo reconozco tus palabras sobre el pueblo...yo vivo en uno, así que tus sensaciones las reconozco en la casa de mi abuela.
ResponderEliminarBesitos
Hola.
ResponderEliminarQue maravilla, los recuerdos tan vívidos que nos has narrado, la devoción que sientes hacía tu madre, precioso escrito. Espero de corazón que algún día ese cuadro vuelva a tus manos y lo tengas como un gran tesoro.
Muchos besos.
Ohhh, precioso, cómo te entiendo. Pues yo no pararía hasta saber por dónde anda. Cómo llegan al alma esos objetos que observabas o que estaban presentes, sin que en ese momento seas del todo consciente en lo que están significando. Un besote.
ResponderEliminarHola!! un escrito precioso ^^
ResponderEliminar📚¡Hola! 😋
ResponderEliminarQue bonito lo que has escrito, es precioso... Felicidades jeje.
Un abrazo 😘.
Obsesión por la lectura
Qué bonito recuerdo, y muy evocador. Me ha transportado a mi infancia, cuando iba con mi hermano al pueblo de mi padre, a pasar el finde en casa de mis abuelos. Recuerdo que me aburría como una ostra y los dos o tres días se me hacían larguísimos, así que paraba poco dentro de la casa, siempre subiendo al granero, a la azotea o curioseando en la cuadra.
ResponderEliminarUn beso ;)
Está hermoso tu escrito, me ha recordado muchísimo a mi madre, quién pinta desde que tiene uso de razón! Muchisimas felicidades por tus letras, que llegan a donde deben de llegar.
ResponderEliminarSaludos, Max.
Ay, a mí estas intrigas me dejan con un mariposeo en el estómago jejej. Entiendo lo que dices. A mí me pasa igual pero con un diario que tenía a los 7 años. Besos
ResponderEliminarLa historia es preciosa, la manera de narrar cuidada, como siempre, sino no sería tu blog y el fondo me despierta empatía y me evoca mis propios recuerdos.
ResponderEliminarDe pequeña, en verano, salíamos de Madrid por unos días hacia el pueblo de la abuela; comparado con la capital me parecía que no había nada y que justo por eso tenía de todo.
Se vienen a la cabeza paisajes, olores, caras de la gente del lugar, la casa, la huerta de mi tío, los animales que no se ven en la ciudad, las sensaciones magnificadas de cuando somos peques...
Me ha hecho sonreír, espero que puedas hacerte con el cuadro :) un abrazo
Lo que has escrito... me ha encogido el corazón y el estómago. Es precioso, preciosísimo. Me encanta cómo escribes.
ResponderEliminarMe has llevado de tu mano por cada una de tus letras sintiendo las comas y los puntos de tu maravillosa redacción He disfrutado enormemente de tu escrito
ResponderEliminarFelicitaciones querida
Qué bonita reflexión, Pingüinita. A tu madre le encantará leerla AHORA. Deberías dedicar más tiempo a la escritura, darling. Eres clara, precisa y saber llegar a las catacumbas del alma.
ResponderEliminar¡Qué precioso es!
ResponderEliminar¿Basado en hechos reales? La descripción de la casa me recuerda muchísimo a la de mis abuelos de mi pueblo, aunque tengo la suerte de poder seguir pisándola con regularidad. Eso sí, hay muchos rincones que siguen haciéndonos recordar momentos de hace años.