Te siento

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Cierro los ojos. ...

Me visualizo sentada a escasos metros de ti. 

Un cielo  azul libre de nubes recubre la zona montañosa en la que me encuentro. Permanezco bajo una pérgola de madera de reciente construcción, escondiéndome del sol, sentada en una bancada de forma redondeada. Una hierba verde y fresca cosquillea mis pies descalzos. Mi mano derecha está apoyada en mi mejilla, y me pierdo en mis pensamientos contemplando el horizonte, rebosante de árboles, oxígeno y una serena paz en el interior de mi estómago.

Intento concentrarme en fotografiar mentalmente ese paisaje relajante y motivador.

Estoy sola, tan solo con la compañía lejana de algunos pájaros que revolotean con su piar incesante. Sin embargo, te siento a mi lado, como si fueras una parte más de esa bonita estampa.

¿Dónde estarás?
 Te pienso, te siento. Noto el calor de tu cuerpo a pesar de que realmente te encuentres a un puñado de kilómetros de mí.

¿Me sientes de la misma forma?

Te imagino en tu cama desperezándote, con una leve sonrisa llenando tu boca, evocándome. No necesito averiguarlo, se que intuyes mi presencia en tu habitación, en tus labios, notando los míos, furtivos, cálidos, como cada mañana.

No importa la magnitud de la distancia que nos separe, te pertenezco como el anochecer a la luna, siempre previo y permanente; siempre fiel, constante en cada uno de tus despertares, amándote y dejándome tejer por la tela de tus caricias.

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