No sabía que dirección tomar, en medio de la noche todos los caminos me parecían iguales, negros, oscuros, tenebrosos.
Eché a correr calle abajo, patinándome con la lluvia bajo mis pies descalzos. Me asustaba de mi propia sombra, y emitía pequeños gritos cortos, ahogados. No podía dejar de correr, obligaba a mi cerebro a no pensar, a seguir actuando, rápido. Necesitaba alcanzar la carretera lo antes posible, que algún coche me rescatara, me recogiera y me llevara al hospital, bien lejos de allí.
La herida cada vez sangraba más, y yo respiraba con mayor dificultad. Me relajé durante unos segundos, intentado llenar mis pulmones de oxígeno para poder continuar.
De pronto me puse en alerta, el sonido de un ligero chapoteo venía por el callejón de mi izquierda. Eras tú, lo intuía. Mis cinco sentidos se programaron a la vez. El miedo recorría mi cuerpo. Tenía que ir por otro sitio, si dabas conmigo sería el fin. El dolor de mi vientre era insoportable, tenía náuseas, y un incipiente dolor de cabeza, de frente, de espalda, de alma. Estaba herida en cada parte de mi ser. Cómo pudiste ser capaz de hacerme aquello.
Levanté la cabeza hacia el cielo nocturno, cerré los ojos, respiré con fuerza y tiré calle abajo. Alcanzaría la carretera, tenía fe ciega en mí misma. Recorrí alrededor de veinte metros eternos, hasta que vi al final de la calle la luz tenue de una farola. Estaba en la Plaza Central. Sonreí. Al hacerlo fue como si me clavaran de nuevo el puñal en el vientre. Moví ligeramente las manos y vi que la herida era muy profunda. Mi líquido rojo caía con más fuerza, patinando por mi vestido sucio y mis piernas hasta salir entre mis dedos de los pies. Continúa -me dije a mí misma-, solo unos metros más.
Avancé despacio, porque no sabía qué me podría encontrar. Aparentemente todo estaba en calma. No podía oir nada a penas, porque la tormenta estaba descargando con furia, y el agua caía a raudales por las alcantarillas, emitiendo un rugido feroz. Cruzar la plaza no era una buena idea, seguro que estarías en alguna esquina vigilando, esperándome.
Pegué mi espalda a la pared del primer edificio que había a mi izquierda, y fui arrastrando mi cuerpo despacito. Me fallaban las piernas, el equilibrio, las fuerzas. Mi cuerpo quería rendirse, pero no era el momento de abandonar. Prefiero morir atropellada que con tus propios dedos en mi garganta.
No me dejaré atrapar.
........................... (Continuará) .........................................................................
Mmmmm.....
ResponderEliminarMás.
Cuándo sigues? eh? eh? (sin atosigar, y tal)
Besos
jajjajajajajajjaja estate atenta.
EliminarSí, sí, sin atosigar. Guarda el látigo jajajjajajajaj.
Besos
......
ResponderEliminarPronto
Próximamente.....
Eliminar¡Qué bien escribes! :)
ResponderEliminarQuedo a la espera de que publiques la continuación, que nos dejas con ganas. :)
Besos.
Muchas graciassss!!!! :-)
EliminarPronto pronto ... continuará.....
No hay noticias aún?? Venga que no me quedan uñas. Diooooss.
ResponderEliminarTiempo al tiempo..... No se hará esperar mucho....
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